La vida es como una montaña. Al principio te pasas formándote y aprendiendo a subir, luego enfrentas mayores pendientes y caminas firmemente hasta alcanzar la cúspide. Una vez arriba todavía te queda una larga bajada.

El objetivo es llegar a la cima y seguir teniendo las fuerzas necesarias para no caerse en la bajada. En el camino a veces hay piedras que esquivar, senderos por descubrir, tramos difíciles y otros más fáciles. A veces incluso hay que escalar para seguir subiendo. También hay senderos por los que pasas que no llevan a ningún sitio, entonces te toca retroceder y volver a pensar cuál será el camino correcto. Otros caminos dan mucha vuelta, pero llegan allí donde querías llegar pues a menudo no existen caminos rectos. Las curvas son inevitables.

A veces puedes tropezar e incluso caerte, pero siempre puedes levantarte de nuevo. A veces hay barro y cuesta moverse, a veces llueve y te resbalas un poco hacia atrás. Cuando estás abajo miras la cima y te preguntas cuánto te queda, algo difícil de calcular.

Una vez llegas miras atrás y puedes observar lo que has conseguido, y hacia el otro lado puedes mirar el camino que te queda por delante. Es posible que una vez llegues ni siquiera te des cuenta de que has llegado. La bajada será más fácil pues la subida es lo peor, piensas, probablemente equivocado.

Durante el trayecto también puedes pararte un momento y mirar hacia atrás, apreciar lo que llevas caminado, sin obstinarse demasiado por lo que queda por caminar. Lo único importante es dar un paso hacia adelante, un paso tras otro, pues si abandonas el trayecto puede acabarse antes de tiempo. Si el camino por donde vas no te convence siempre puedes observar si hay otros caminos por los que seguir. Casi siempre los hay.

De vez en cuando vas muy deprisa. Otras veces tienes miedo por si se hace de noche. En ocasiones la vida te ofrece un batido de adrenalina y endorfinas. Te late el corazón y suben las pulsaciones. Una vez pasas esa situación las pulsaciones vuelven a bajar y respiras con normalidad.

En el camino hay gente que te saluda, amistades y familiares que te acompañan, algunas de esas personas incluso te ayudan a superar algún tramo difícil y te ayudan a levantarte o seguir cuando estás demasiado agotado. Si no te sientes seguro puedes apoyarte de unos palos, herramientas que te ayudan a continuar. Si estás cansado puedes parar, respirar, beber agua y continuar.

Durante tu bajada es posible que seas tú también el que ayude a subir a aquellas personas que van en sentido contrario, ya sea ofreciendo una mano o retrocediendo un tramo. Una vez llegas abajo, el trayecto se ha acabado. En ese momento puedes estar agotado o exhaltado de felicidad, dependiendo de como hayas tomado el trayecto.

Pero si hay algo que la vida se diferencia de la montaña es que no vas a tener otra oportunidad para volver a subirla.

Y tú, ¿cómo quieres recorrer esa montaña?