El cerebro no es un interruptor que se apague por la noche y se encienda por el día. El cerebro está siempre activo, tanto cuando estamos despiertos como cuando estamos durmiendo, solo que se dedica a diferentes cosas.

Y, por supuesto, no hay que caer en el error de pensar que dormir es una función exclusivamente para limpiar desperdicios y arreglar lo que se ha roto durante el día como expliqué en el anterior artículo. De hecho, forma parte de uno de los procesos más importantes del aprendizaje y la memoria.

Mientras nos mantenemos despiertos estamos en una fase de recolección de datos mientras sentimos emociones y reflexionamos. Sin embargo, la vigilia no es un buen momento para asentar el aprendizaje.

La información que recibimos a través de nuestros estímulos sensoriales y que procesamos a través de nuestro sistema sensorial mientras estamos despiertos no se mantiene durante mucho tiempo. Nuestra memoria a corto plazo, la de uso habitual y de trabajo, tan solo puede almacenar entre 3 y 4 cosas simultáneas. Para colmo, olvidamos hasta el 40% de lo aprendido en los primeros 20 minutos. Nuestra memoria es limitada por cuestiones de eficiencia energética.

Dory

La memoria más duradera es la de largo plazo, ya que puede retener grandes cantidades de información durante años. Mientras dormimos nuestro cerebro de forma inconsciente se encarga de descartar la información irrelevante para ti. De esta forma el día siguiente podrás absorber más información y te costará más saturarte o estresarte. En la película Del Revés (Inside Out) se ejemplifica esto bastante bien.

La información irrelevante es aquella que no tiene carga emocional o que consideras de forma subconsciente que no te servirá para el futuro, como ocurre cuando no realizamos una acción de forma repetida a lo largo del tiempo.

Esta es la principal causa de que a veces no recuerdes lo que comiste el día anterior o de que olvides aquello que no te interesa al poco tiempo de realizar un examen, sobretodo si el contenido lo estudiaste únicamente el día anterior, y más especialmente si ni siquiera descansaste adecuadamente la noche anterior.

También es la causa de que tus recuerdos más vívidos sean los que te causaron un gran impacto emocional. Además verifica que, cuando estás saturado o atascado en algo y necesitas energía o nuevas ideas, lo mejor es un buen descanso.

El cerebro mientras dormimos también se encarga de sentar las bases de nuevos conocimientos que pasarán a formar parte de la memoria de largo plazo, estableciendo diferentes conexiones neuronales mediante los sueños.

Matt Walker lo explica de maravilla en el siguiente vídeo:

En una noche normal los seres humanos tenemos unos 4 sueños diferentes. Que al despertar no te acuerdes de haber soñado no quiere decir que no lo hayas hecho. Normalmente recordamos un sueño cuando nos despertamos en medio de este o unos minutos después de haberlo soñado, aunque creas que han pasado horas desde que lo soñaste, pues nuestra percepción temporal mientras dormimos se ve alterada.

Así pues, podemos afirmar que mientras soñamos estamos aprendiendo. Y, si te sirve de ayuda, se recuerdan mejor aquellas cosas aprendidas durante las primeras horas después de levantarse y también durante las últimas antes de acostarse, pues son los momentos de menores distracciones.

No obstante, si dudas sobre si estudiar un poco más para un examen, lo recomendable es no repasar la hora anterior a irse a dormir. En vez de eso es mejor que te relajes y te costará menos dormir. La información que hayas estudiado ya está en tu cerebro, descansa adecuadamente y asienta tus conocimientos.

Para conocer esto con mayor detalle mira la siguiente animación:

Dime, ¿conocías esta faceta del sueño?

Ahora que conoces un poco mejor la importancia del sueño, es posible que te preguntes si esto es así solo para los seres humanos, o cómo nos diferenciamos del resto de animales. Hablaré de esto en unos días.